
TURISMO VIVENCIAL
Esta forma de turismo fomenta un intercambio cultural respetuoso y profundo. Es fundamental para la conservación y valorización de la cultura local, porque genera ingresos directos para las comunidades, fortalece la identidad colectiva y estimula el sentido de pertenencia a sus raíces. Además, incentiva la transmisión intergeneracional de prácticas culturales que, sin un reconocimiento concreto, correrían el riesgo de desaparecer. Descubre nuestras propuestas y contáctanos para acercarte a la realidad del altiplano:
La cultura aymara hunde sus raíces en un tiempo ancestral, donde cada gesto es memoria y cada rito es vida. Las hojas de coca, sagradas y cotidianas, acompañan el camino, el trabajo y la oración: son puente entre el cuerpo y el espíritu, entre el hombre y la Pachamama.
Figuras como el "amauta", guía espiritual y custodio del saber ancestral, mantienen vivo el vínculo con las fuerzas de la naturaleza y los ciclos cósmicos. En las comunidades, el apthapi — el gesto colectivo de compartir la comida — es más que una comida: es un acto de unión y reciprocidad.
Las tradiciones aymaras se expresan en cada danza ceremonial, en cada vestimenta, en cada ritmo que resuena durante las fiestas: no folklore, sino identidad en movimiento. Es una cultura que resiste, enseña y celebra — aún hoy, con fuerza y dignidad.
CULTURA AYMARA
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VIDA CAMPESINA
En el altiplano andino boliviano, la agricultura no es solo sustento: es una herencia viva. Aquí se cultivan desde hace siglos papas nativas en decenas de variedades, adaptadas al frío y a la altitud. Algunas, como la tunta, se procesan según antiguos métodos de deshidratación que garantizan su conservación por años. Junto con la tunta, también se produce el ch’uño, obtenido igualmente mediante la deshidratación natural de las papas gracias al frío nocturno y al sol diurno, en un proceso transmitido de generación en generación. Junto a ellas, entre otras especies, crecen la quinua, “grano de oro” de los Andes, rica y resistente, y las habas, nutritivas y versátiles, base de muchos platos tradicionales.
Completa el mosaico agrícola productos como el tarwi (lupino andino), la cañahua, el maíz morocho y la oca, todos adaptados a un clima extremo y cultivados con técnicas sostenibles. El trabajo se realiza en su mayoría a mano, con cuidado meticuloso, y solo en algunos casos se usan pequeños tractores o simples arados de madera tirados por bueyes.
Cada siembra, cada cosecha, refleja un equilibrio profundo entre el hombre, la tierra y el tiempo: la agricultura aquí sigue siendo un acto de respeto, resistencia e identidad.
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TEJIDOS
El tejido a mano es un arte viva que entrelaza hilos e historia. Mujeres y hombres, sentados en el suelo, trabajan en telares clavados en la tierra, con herramientas simples — a menudo huesos de animales pulidos — y manos expertas que siguen gestos transmitidos durante siglos.
Cada tejido es único: los colores, las geometrías simbólicas, los motivos que cuentan la comunidad, el paisaje y el tiempo.
En cada hilo, la paciencia y el saber de un pueblo que continúa narrándose a través del silencioso entrelazado de la lana y la tradición.
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PRODUCCIÓN DEL QUESO TRADICIONAL "CRIOLLO"
La producción del queso criollo es un ritual cotidiano que comienza al amanecer. Mujeres y hombres ordeñan a mano unas pocas litros de leche de vacas, a menudo criadas en pequeños rebaños familiares, libres entre pastizales de gran altitud.
La leche fresca se calienta lentamente, se cuaja sin aditivos químicos y se prensa con técnicas simples pero precisas. El resultado es un queso fresco, blanco y compacto, luego salado a mano y dejado reposar brevemente. Cada pieza conserva el sabor del pasto, del sol andino y del trabajo paciente.
Es un queso humilde, pero profundamente identitario: nutre a las familias y a los mercados locales.
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FIESTA DE LA "VIRGEN DE LA NATIVIDAD"
Cada año, el pequeño pueblo andino de Peñas se transforma en una explosión de fe, música y colores durante la fiesta de la Virgen de la Natividad. Es un momento sagrado y festivo, donde la devoción profunda se entrelaza con la energía colectiva de las danzas tradicionales, interpretadas con trajes ricos en símbolos y movimientos cargados de significado.
En particular, los "mucululos", danza ceremonial ligada al ciclo agrícola, se ejecuta como una oración ritual para que las deidades aymaras garanticen una buena temporada de cosecha. Con personajes enmascarados entre lo burlesco y lo ritual, abren y acompañan la procesión de la Virgen de la Natividad. La corrida, seguida con pasión, y la feria popular completan el cuadro: un espacio de encuentro entre lo sagrado y lo profano, entre el pasado y el presente.
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Peñas, Provincia de Los Andes, La Paz (Bolivia)
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